Copa del Rey: Real Madrid-Celta

Endrick salva a Ancelotti

Un doblete de Endrick logra el angustioso pase a cuartos de Copa del Real Madrid, que tuvo el partido ganado con 2-0 pero el Celta lo acabó llevando a la prórroga

Mbappé sostuvo a su equipo mientras estuvo en el campo pero el Real Madrid volvió a descoserse al final sin orden táctico ni alma

real madrid celta
El Real Madrid se metió en cuartos de la Copa del Rey tras eliminar al Celta en la prórroga.

Un doblete de Endrick logra el angustioso pase a cuartos de Copa del Rey del Real Madrid, que tuvo el partido ganado con 2-0 pero el Celta lo acabó llevando a la prórroga. Mbappé sostuvo a su equipo mientras estuvo en el campo pero los blancos volvieron a descoserse al final del duelo. En la prórroga la irrupción del joven brasileño, al que Carletto tiene condenado al ostracismo, salvó el pase de su equipo y, de paso, el puesto de su entrenador.

Tras el intolerable repaso del Clásico en Arabia, que aún duele como una astilla que se ha quedado enquistada bajo la piel, Ancelotti hizo cambios. Seis cambios seis. Descanso para Courtois, Mendy, Fede Valverde, Bellingham y Rodrygo y camiseta de titular para Lunin, Fran García, Ceballos, Modric y Brahim. El croata, igual que Vinicius por su expulsión de Mestalla, se tomará el domingo libre en el Real Madrid-Las Palmas por acumulación de amonestaciones. Todas las miradas apuntaban a un Carletto que está más señalado que el fiscal general del Estado, aunque el italiano es un tipo más legal y menos avieso.

Por el Real Madrid jugaban los dos señalados del Clásico, sin contar a Ancelotti: Lucas y Tchouaméni. Y este era el once: Lunin; Lucas Vázquez, Rüdiger, Asencio, Fran García; Tchouaméni, Ceballos; Brahim, Modric, Vinicius; y Mbappé. El Bernabéu dictaba sentencia tras la debacle del Clásico: Ancelotti el primero, Tchouaméni, Mendy… ¡¡¡y Vinicius!!! Puede sorprender lo del brasileño, pero el madridismo –o al menos la parte más ruidosa del Bernabéu– empieza a estar hasta el gorro de los tics de divo del brasileño y de sus desapariciones en (algunos) partidos grandes.

Enfrente un Celta que llegaba sin Iago aspas y lastrado por más bajas pero que echaba el ancla en el Bernabéu dispuesto a pescar en la crisis del Real Madrid. Arrancó el partido y cada vez que Tchouaméni tocaba la pelota, le caía una pitada como a Piqué en sus mejores-peores tiempos. Los blancos salieron tan pasotas como siempre y eso provocó que los vigueses tuvieran la misma ocasión, un cabezazo del central Starfelt que se estrelló contra la cruceta de Lunin. El Bernabéu se desesperaba con su equipo.

Tchouaméni y Ancelotti, señalados

La pelota era claramente propiedad privada del Celta, que encerró a un Real Madrid roto por la herida del Clásico. Hubo que esperar al minuto 13 para que los de Ancelotti se asomaran al área de Iván Villar. Y lo hizo el señalado y pitado Tchouaméni, que se sacó un disparo lejano que hizo intervenir al meta del Celta con una buena mano. El Bernabéu ni lo celebró.

No le faltaba razón al madridismo para impacientarse porque su equipo seguía frío y desnortado. El Real Madrid coleccionaba infinidad de pases horizontales, nadie la quería al hueco y nadie se echaba el equipo a la espalda. Un equipo muerto. Muertísimo. Intentó estirarse en la presión más por vergüenza torera y por el qué dirán. Al filo de la media hora Iván Villar sacó un pie salvador en un mano a mano algo escorado de Brahim. El Bernabéu ahogó un uy. Resistía el Celta.

En el 34 la tuvo Mbappé en una acción en la que Vinicius, mal ubicado y ansioso, reclamó al francés que se la pasara. No lo hizo y Starfelt abortó el disparo de Mbappé. El partido entró en la batidora del vértigo y el Celta reclamó un penalti de Lunin sobre Swedberg. No lo había… o eso dijo el VAR, decisión que quien esto escribe no comparte. El caso es que en la contra subsiguiente aceleró el Real Madrid y la pelota le cayó a un Mbappé que se marcó una jugada de las suyas, sentó a su par, se coló por el perfil izquierdo y se la coló a Iván Villar, que destapó su palo.

Mbappé hace de las suyas

El gol de Mbappé llegó justo a tiempo para calmar al Bernabéu, a Ancelotti y al propio Real Madrid, que dejó pasar el tiempo hasta alcanzar el descanso con una pírrica pero valiosísima ventaja ante un Celta que había merecido alcanzar el entreacto con un empate en el marcador. La parroquia se tomó el bocata y regresó el fútbol más cerca de las once de las noches que de las diez.

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Mbappé marca el 1-0 en el Real Madrid-Celta del Bernabéu. (EFE)

Salió mejor el Real Madrid. Más directo, más inspirado, más fino. Y así llegó el segundo. La jugada nació en Mbappé, que retrasó su posición al centro del campo para dibujar un pase diagonal magnífico para Brahim, que controló y vio la incorporación de Vinicius al área. El brasileño controló con el exterior y se la puso tocadita a Iván Villar, que trató de estirar el pie sin poder evitar el 2-0 del brasileño. Respiraba el brasileño y respiraba Ancelotti, sabedor de que había salvado otro match-ball.

El Celta acusó el sopapo y el Real Madrid terminó de crecerse. Manejaba bien la pelota con Ceballos y Modric a los mandos. Perdonó el tercero Mbappé después de una maravillosa asistencia de Brahim dentro del área. El francés saltó a destiempo y su cabezazo se fue por poco por encima del travesaño de Iván Villar.

Sentencia Vinicius

Coleccionaba ocasiones el Real Madrid, sobre todo un Mbappé que tuvo en sus botas (otra vez) el tercero tras una recuperación de un imponente Tchouaméni, que estaba firmando de largo su mejor partido de la temporada y, posiblemente, uno de los tres mejores desde que viste de blanco.

En el 69 metió Lunin una mano espectacular a un disparo de Sotelo que iba a la escuadra. Y un minuto después a Ancelotti le sonó el Nokia y metió a Güler y Camavinga por Brahim y Ceballos. El partido, después del 2-0, se había caído del todo. El Real Madrid no quería y el Celta no podía. Aun así llegó por inercia el tercero. Lo anotó Güler tras asistencia de Mbappé primero y de Vinicius después. Lo revisó el VAR y anuló el gol por fuera de juego del brasileño.

Luego Ancelotti retiró a Modric y a Mbappé, ovacionadísimo por el Bernabéu, para meter a Fede Valverde y a Endrick. El Madrid tenía el partido ganado pero Camavinga decidió darle emoción. En lugar de entregar la pelota a Tchouaméni se la dio a un jugador del Celta, que agradeció el regalo, lo abrió, asistió a Bamba, que hizo el 2-1.

Los minutos finales fueron un suplicio para el Real Madrid, que perdió el hilo del partido y acabó el duelo encerrado en su área ante el empuje final del Celta. Resistió como pudo con un soberbio Asencio, que aguantó el peso de un equipo en descomposición. Lo agradeció el Bernabéu, que siempre tuvo buen gusto. En el 88 Fran García sufrió una torsión de rodilla y entró por él Bellingham unos minutos después. Camavinga pasó al lateral izquierdo y a seguir sufriendo.

Suicidio del Madrid

Lo peor ocurrió un poco antes. Era el minuto 90 cuando Asencio se llevó puesto en el área a Bamba y Munuera Montero cobró el penalti. Lo era. La pena máxima la ejecutó Marcos Alonso, que engañó a Lunin ante la atenta mirada de Toñín el torero en la grada. Pues nada: 2-2 y en la prolongación. El Bernabéu, que se había vaciado, asistía estupefacto a la enésima disolución de su equipo.

Vino luego un alevoso pisotón de Endrick a Starfelt que quedó sin sanción. Lo intentó el Real Madrid hasta el final pero nos fuimos a la prórroga. El fantasma de un desastre (otro desastre) histórico sobrevolaba sobre el Bernabéu. Tras un 2-0 y la eliminatoria en el bolsillo, los blancos se condenaban a una prórroga innecesaria y estúpida, que además podían perder.

Arrancó la prórroga y el Real Madrid siguió jugando a la ruleta rusa. El Bernabéu, o lo que quedaba de él, trataba de apelar a espíritus pasados. Ni por esos. La tragedia empezaba a sobrevolar el estadio madridista. Los de Ancelotti, imprecisos y nerviosos, no daban pie con bola. Rüdiger estuvo a punto de hacer penalti en el 104 por una mano dentro del área, pero estaba precedida de fuera de juego del jugador del Celta.

Dos minutos después el propio Rüdiger remató con el hombro a la salida de un córner que no pasó a mayores. Nos fuimos al descanso de la prórroga y el Real Madrid seguía sin creerse que estaba tan cerca de los cuartos como de quedar eliminado y (quién sabe) de que su entrenador fuera destituido.

Menos mal para el Madrid (y para Ancelotti) que apareció de la nada Endrick allá por el 108. El brasileño recibió una pelota en zona de nadie y rodeado de contrarios, se giró y sacó un latigazo que batió a Iván Villar y daba al Real Madrid una ventaja que podía ser decisiva para hollar los cuartos. El pase lo certificó en el 111 Fede Valverde con un golazo marca de la casa al empalar de volea desde la frontal una asistencia de espaldas de Tchouaméni.

Le costó al Real Madrid pero acabó sellando su pase a cuartos de la Copa del Rey tras un angustioso partido que terminó con el quinto gol de Endrick de tacón. Un gol con mensaje. Un gol que, igual que el 3-2, lograba el jugador al que Ancelotti más ha relegado al ostracismo. Pues, cosas de la vida, fue el brasileño el que dio al Real Madrid el pase a cuartos de la Copa y, de paso, una vida extra a su entrenador.

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